10:15 | 10 de septiembre de 2020.- “La decisión de ratificar el Acuerdo de Escazú por el Congreso de la República, debe estar fundamentada en la verdad, y ser el resultado de un diálogo honesto y transparente que respete el plazo de ratificación. Como pastores y ciudadanos, invocamos a las autoridades a priorizar la defensa de la vida, la protección de los derechos, del ambiente y el desarrollo humano integral”. En una carta oficial con fecha 8 de septiembre, rubricada por Mons. Miguel Cabrejos como presidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), los obispos de todo el Perú han solicitado al Congreso la ratificación del Acuerdo de Escazú. Una decisión que viene generando debates encontrados y que, tras ser estudiada, debatida y reflexionada por los representantes eclesiásticos ha propiciado una postura a favor de la ratificación por parte de la Iglesia Católica Peruana.
Postura que se argumenta y apoya en varios puntos. “El Acuerdo de Escazú ha sido generado por los propios países de América Latina y El Caribe, y suscrito por el Perú, para fortalecer la democracia y la transparencia en materia ambiental, mediante el acceso a la información veraz, participación ciudadana, justicia ambiental y para garantizar el derecho a la vida y la integridad física de los defensores y defensoras de derechos ambientales, en particular de nuestros pueblos custodios de nuestra Casa Común”, se lee en la carta, dirigida a Manuel Merino de Lama, con presidente del Congreso, y al resto de representantes políticos de dicha institución. También se indica en el mismo documento que “los valores de hermandad y solidaridad sustentan el Acuerdo de Escazú, pues reconoce nuestra realidad pluriétnica y pluricultural, promueve la cultura del encuentro y del diálogo, de la escucha mutua, del consenso, y de la comunión, para encaminar decisiones soberanas que protejan y garanticen la vida de los pueblos y la ecología integral”.
Además, los obispos recogen, del Papa Francisco, la convicción de que “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (Laudato Si, n° 49) y el cuestionamiento, recogido de la Exhortación Querida Amazonía, que critica una realidad habitual en la Amazonía donde “no se reconocen los derechos de los pueblos originarios o sencillamente se ignoran, como si no existieran o como si esas tierras que ellos habitan no les pertenecieran”.