Por: Álvaro Olivera S.
Acostumbrada a los riesgos que la inhóspita selva y las altas montañas ofrecen para aquellos que se acercan a hurgar en sus secretos, Bárbara D'Achille afrontaba el sobrecogedor misterio de lo desconocido con respeto y curiosidad.
“De noche, desde nuestras carpas, escuchamos un estrepitoso y prolongado bufido, que tiene algo de tétrico cuando uno sabe que lo único que separa nuestros cuerpos de los ‘monstruos nocturnos’ es la delgada tela del piramidal refugio”, escribió la vez que acampaba en el Parque Nacional del Manu esperando ver caimanes negros, en el año 1987, cuando el Manu era más lejano y desconocido de lo que es ahora.
Bárbara D'Achille llevaba un par de décadas en el Perú cuando en 1983 empezó a escribir en la página de Ecología del diario El Comercio de Lima. Nacida en Letonia, pero italiana de nacionalidad, vivió 18 años entre la selva peruana y brasilera. Fue en esos años que -arrojada por una curiosidad que solo parecía mayor que su asombro y respeto hacia la naturaleza- se hizo periodista ambiental con la única pretensión de dar testimonio sobre lo que la asombraba.
“Nadie sabe nada en Lima sobre la selva”, le dijo a Alejandro Miró Quesada, director del diario El Comercio en ese entonces. Así, sin ser periodista de carrera, Bárbara D'Achille se convirtió en la pionera del periodismo ambiental en nuestro país. Un país para el que la naturaleza solo era una gran despensa.
Pero aquellos años de incertidumbre no eran los mejores para viajar y registrar la población de paiches en Iquitos, escribir sobre las hormigas de la Chacra del Diablo -que cuidan una especie de árboles que crecen en ese lugar- o sobre las formaciones rocosas llamadas “frailones” en Cajamarca. En la década de los ochenta la violencia y la confusión tomaron los caminos profundos del Perú que ella admiraba y caminaba.
Para 1986 la guerra que Sendero Luminoso inició contra el Estado ya contaba con varias miles de víctimas por parte del movimiento maoísta y las Fuerzas Armadas. El ande y la ceja de selva eran el campo de batalla donde se cometieron más de una violación a los derechos humanos. Era entre estos paisajes mortuorios que Bárbara transitaba en busca de ecosistemas vulnerados sobre los cuales escribir, en una época donde informar sobre árboles y aves parecía un absurdo.
Conservar a través del periodismo
“He dicho mil cosas de mi vida pero no soy ni periodista ni bióloga. Lo que sí, siempre me ha fascinado la naturaleza: ver crecer una planta, observar el comportamiento de un animal. Y soy tremendamente curiosa. Quiero saberlo todo y leyendo y preguntando he ido aprendiendo poco a poco”. Con esas palabras Barbara D'Achille recibía el Premio María Koepcke de Conservación al Periodismo Nacional en 1986.
Para ese entonces, el trabajo de Barbara D'Achille ya no solo se limitaba a la descripción e investigación de ecosistemas. Ella -como también lo dijo en su discurso de aceptación del galardón María Koepcke- sentía una profunda indignación ante la destrucción del medio ambiente por parte de actividades extractivas, y su obra periodística fue virando hacia la denuncia y el conservacionismo.
“He visto a través de los años la destrucción y el deterioro de ese medio ambiente que fui conociendo cada vez más íntimamente. Y esto me produjo preocupación, un sentimiento de impotencia y, cada vez más, una tremenda indignación. No podía quedarme cruzada de brazos viendo la destrucción que un mal llamado desarrollo traía consigo, me resultaba cada vez más frustrante y desesperante”.
Fue con esos sentimientos que comenzó a investigar la extracción maderera en el Bosque Nacional Von Humboldt de Pucallpa. “Realmente, había comenzado a escribir por indignación, para desahogar de alguna manera mi frustración y sin mucha esperanza de lograr motivar la conciencia de la gente. Como leí por ahí, despotricar es a veces muy saludable”.
La fatal obstinación de hacer lo correcto
La mañana del 31 de mayo de 1989, Barbara D'Achille llegó hasta la Coorporación de Desarrollo (COORDE) de Huancavelica para entrevistarse con el director de Proyectos Especiales de la Gerencia de Promoción y Desarrollo de dicha institución, el ingeniero Esteban Bohorquéz Rondón. La periodista planeaba visitar el Proyecto Especial de Camélidos Sudamericanos en las comunidades de Tinyaclla y Pueblo Libre, en el distrito huancavelicano de Huando.
Junto a Bohorquéz, un maestro de obras del proyecto, un dibujante arquitectónico y el chofer del auto, partieron rumbo a estas comunidades, pero a mitad de camino se desviaron por falta de combustible y se dirigieron hacia el campamento minero 'Martha', sin prevenir la fatal emboscada que el camino preparaba.
Cerca de las 4 de la tarde, un grupo armado interceptó el auto en el que viajaban la periodista y sus acompañantes. Los hicieron bajar y llenaron el vehículo de explosivos y víveres. Tras unos minutos todos partieron hacia la laguna de Tutacoccha -a 11 kilómetros de las ciudad de Huancavelica-. Fue ahí que un sujeto identificado como “camarada Rogelio” le exigió a Bárbara D'Achille que le tomara unas fotos y le realizara un reportaje político. La periodista de 48 años se negó. Bárbara no entregó su pluma a los fusiles. Su periodismo no cedió al terror.
La mañana siguiente una patrulla de la Policía junto al Fiscal Provincial de Huancavelica y los comuneros de Pueblo Libre encontraron los cadáveres de Bárbara D'Achille y el ingeniero Bohorquéz. Los cabellos rubios de la periodista lucían ahora teñidos de sangre y espanto. La habían asesinado a pedradas. Su cráneo lapidado con afán extremista, yacía junto al cuerpo del ingeniero Bohorquéz, muerto por dos disparos en la cabeza.
Los otros tres acompañantes fueron liberados. Uno de los sobrevivientes declaró en el atestado policial que el "camarada Rogelio" les dijo: "...estamos en una guerra civil, hasta los inocentes mueren. Siendo esta guerra la más crítica, den gracias que les estamos perdonando la vida”.
Nunca se supo por qué tamaño ensañamiento con aquella periodista, pero su rostro ultrajado por las piedras pasó a formar parte de aquellos hombres y mujeres de prensa a quienes senderistas y militares arrebataron la vida, sumándose a las más de 60 mil víctimas que la Comisión de la Verdad y Reconciliación registró en su informe final.
Hace 28 años la máquina de escribir de Bárbara D'Achille dejó de teclear, pero su trabajo periodístico en Madre de Dios, Iquitos, Pucallpa, Ayacucho y otras regiones del país -aunque algo olvidado- queda como pilar del periodismo ambiental en el Perú.
Su nombre se encuentra grabado en el nombre oficial de la Reserva Nacional Pampa Galeras – Bárbara D'Achille, pero -¿quién sabe?- ella hubiese preferido ser recordada con las últimas palabras que pronunció el día que recibió el premio María Koepcke:
“Hasta hace pocos años no existía realmente un movimiento de conservación de la naturaleza en el Perú. Pero creo que ahora sí lo hay. Y hay tanto por hacer, que podemos ser muchos más. Trabajando en conjunto o por separado, en Lima o en provincias, debemos encarar el reto de formar un movimiento lo suficientemente fuerte como para que los políticos y el público no lo puedan ignorar. Pero lo importante es que tenemos que trabajar unidos por la causa conservacionista. Tenemos amigos, mucho por hacer".
Fuentes:
Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
Diario El Comercio