jueves. 20.02.2025

Mujeres Ese Eja lideran el cambio y transforman los roles de género en su comunidad

Las mujeres de la comunidad nativa Palma Real han dado un giro significativo en sus vidas. A través de su asociación artesanal, han logrado el reconocimiento por su trabajo y, además, el apoyo activo de los hombres, lo que ha fortalecido la economía familiar y promovido una mayor equidad en la comunidad.

 

En lo más profundo de la Amazonía, donde los ríos son las únicas carreteras y la selva resguarda comunidades que pocos conocen, habitan las mujeres del pueblo Ese Eja. Durante años, han librado una batalla silenciosa contra las barreras que les han impedido acceder a las mismas oportunidades que los hombres, enfrentando no solo la falta de recursos, sino también costumbres y creencias que, por generaciones, han intentado marcar los límites de lo que pueden o no pueden hacer. Pero, poco a poco, con decisión y un profundo sentido de comunidad, están trazando un nuevo camino.

“Antiguamente las mujeres no podíamos participar en las reuniones comunales porque eran lugares donde los hombres tomaban las decisiones de la comunidad y lo hacían en representación de toda su familia”, recuerda Teófila Viaeja Saavedra, comunera y presidenta de la asociación de Mujeres Artesanas Shi’Oi en Palma Real.

Palma Real es una de las tres comunidades nativas del pueblo Ese Eja en Madre de Dios, en la frontera entre Perú y Bolivia. Para llegar desde Puerto Maldonado, se necesitan seis horas de viaje en peque peque, una embarcación tradicional que recorre los ríos de la selva. Este departamento es considerado el más biodiverso del Perú y alberga 36 comunidades nativas de siete pueblos originarios, algunos de ellos en aislamiento voluntario y contacto inicial.

A Teófila le tomó 55 años presenciar un cambio que antes parecía imposible en su comunidad: ver a los hombres ceder espacios de liderazgo, mientras las mujeres ganaban autonomía y fortalecían la economía familiar a través de la artesanía, un arte ancestral heredado de las sabias indígenas.

Una mañana, ella recuerda cómo las mujeres comenzaron a reunirse en la casa Shi’Oi para una jornada de tejido colectivo. Algunas cargaban a sus bebés en brazos, otras llevaban sus tejidos a medio terminar.

Poco después llegó Zenón Yojaje, un comunero que ha sido de gran apoyo para las artesanas con mayor comprometido por la labor que realizan las artesanas, y, como en un relevo silencioso, tomó a su hijo en brazos y se encargó de que los otros niños no interrumpieran el trabajo de sus madres, permitiéndoles concentrarse sin la carga de los cuidados.

Años atrás, una escena así habría sido impensable. Los hombres se dedicaban exclusivamente a la caza, la agricultura y la pesca, mientras las mujeres permanecían en casa, criando a los hijos y preparando los alimentos para sus esposos. El desafío de construir nuevas masculinidades ha llevado a que los hombres reconozcan el valor del trabajo de las mujeres y asuman un rol más equitativo en las responsabilidades de género.

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Un camino hacia la independencia

En territorios amazónicos las mujeres enfrentan múltiples desigualdades debido a su limitado acceso a la educación, el trabajo, la propiedad de la tierra, entre otros derechos. Esto limita sus oportunidades para participar en la economía local y tomar decisiones informadas.

Ante este escenario, un grupo de artesanas decidió organizarse para consolidar su producción de manera sostenible, aprovechando los recursos que el bosque les provee, como las lianas de tamshi, cogollos de aguaje, huicungo y diversas semillas. Así nació la Asociación de Mujeres Artesanas de la Comunidad Nativa Palma Real - “Shi’Oi”, integrada por 40 socias que promueven su arte y tradiciones en nuevos mercados con el objetivo de impulsar el desarrollo económico de sus familias.

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El nombre “Shi’Oi” significa “Paucarcillo”, fue escogido por las mujeres porque se identifican con esa ave, símbolo de arte y destreza en el tejido de sus nidos, que protegen a las nuevas generaciones. Del mismo modo, ellas ven en su trabajo artesanal un esfuerzo cuidadoso y delicado que, no solo es su principal fuente de ingresos, sino la continuidad de su legado cultural.

“La asociación nos dio la oportunidad de tener voz y protagonizar el primer emprendimiento de mujeres en nuestra comunidad que nos permite generar ingresos económicos a través de nuestros tejidos como bolsos, cestos, canastas, abanicos, escobas, entre otros”, afirma con orgullo Teófila.

Según el último censo del INEI (2017), hay al menos dos millones de mujeres indígenas en edad de trabajar, pero más de la mitad no accede a un empleo remunerado. Es decir, de 10 mujeres indígenas, 7 no tienen ingresos propios. Del total de mujeres que declararon tener un ingreso, el 49 % trabajó en actividades no calificadas y el 20 % en trabajos de servicio o comercio.

"Conformarnos legalmente ha traído más oportunidades a nuestras familias, como poder aportar en la educación de nuestros hijos. Pensábamos que la única manera de vender nuestras artesanías era caminando por la ciudad y ofreciéndolas de puerta en puerta”, relata Teófila

Para ella, aportar en la educación de su última hija que está en la universidad, es un logro personal “La venta de artesanía en las ferias me ha ayudado a solventar los gastos de mi última hija que se tuvo que ir a vivir a Puerto Maldonado por sus estudios”, manifestó.

Como Teófila, otras artesanas también están apostando por la educación de sus hijos. Hace unas semanas, un grupo de jóvenes dejó la comunidad para iniciar sus estudios universitarios en otra región amazónica, con el compromiso de regresar y aportar al desarrollo de su pueblo.

Para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), las mujeres tienden a invertir gran parte de sus ingresos económicos en educación, alimentación y salud familiar.  “las mujeres reinvierten el 90% de sus ingresos en sus familias y comunidades, mientras los hombres reinvierten solo entre el 30% y el 40%”.

De espectadoras a protagonistas

Con la formalización de la asociación Shi’Oi, la realidad de las mujeres Ese Eja ha comenzado a cambiar. Este proyecto se ha convertido en uno de los más sólidos de la comunidad y el 90 % de sus integrantes son artesanas que antes tejían únicamente para el uso doméstico. Hoy, en cambio, son protagonistas en ferias regionales y nacionales, donde llevan su arte ancestral y se han convertido en el rostro visible de su pueblo originario.

“Yo siempre le digo a mi esposo que, como Ese Eja, siempre vamos a llevar nuestra cultura y que, además de preservarla, debemos visibilizarla para que sepan que existimos en la Amazonía”, relata Rosario Soria Zapata, secretaria de la asociación de Mujeres Artesanas Shi’Oi.

En la cultura indígena, a diferencia de la masculinidad occidental, la identidad del hombre está profundamente ligada a sus creencias milenarias y costumbres ancestrales. Durante generaciones, esto ha relegado a las mujeres a un papel secundario en la toma de decisiones y con escasa participación en los espacios de liderazgo. En Palma Real, por ejemplo, solo una mujer ha ocupado la dirigencia comunal, un cargo tradicionalmente reservado para los hombres.

Los datos reflejan esta realidad. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la participación de las mujeres en el liderazgo comunal sigue siendo mínima: de las 4,276 comunidades campesinas censadas, solo el 5 % (224) son presididas por mujeres indígenas. En el caso de las comunidades nativas, el porcentaje es aún menor: de 2,703 comunidades, apenas el 4 % (102) tiene como presidenta a una mujer.

Fermín, presidente de Palma Real confiesa que le gustaría volver a ver a una mujer en la dirigencia comunal, considera que ocupar espacios de toma de decisión es necesario una época donde ellas están liderando iniciativas productivas “quisiera que otra mujer asuma el rol de presidenta y vuelva a apostar por la comunidad”.

Más allá de la resistencia, la construcción

Aceptar que sus esposas, hermanas y vecinas adquieran independencia para viajar fuera de la comunidad para participar en ferias y eventos fue un proceso difícil para los hombres. No ocurrió de la noche a la mañana; ha sido un camino de transformación que muchos aún siguen recorriendo.

“Al inicio, mi esposo no estaba de acuerdo con que me ausentara de la casa para asistir a reuniones con la asociación o viajar a ferias para vender nuestras artesanías. Pero poco a poco se ha dado cuenta de que esto nos genera un ingreso para el hogar y nos brinda más oportunidades como mujeres indígenas”, asegura Rosario.

Para Cecilio, esposo de Rosario, no solo fue difícil aceptar que ella saliera de casa, sino también que viajara fuera de la comunidad a otras ciudades. Estaba acostumbrado a verla dedicada al hogar y al cuidado de sus tres hijos, por lo que se resistía a un cambio que desafiaba las tradiciones y el rol del hombre como único proveedor. A esto se sumaba la escasa presencia de mujeres en espacios de liderazgo dentro de la comunidad, lo que reforzaba aún más esta resistencia.

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La percepción de Cecilio comenzó a cambiar cuando notó que, después de cada feria, Rosario regresaba a la comunidad con la alegría de haber conocido nuevos lugares donde su cultura era valorada. Además, retornaba con ingresos y víveres que ayudaban a cubrir las necesidades del hogar. Su participación en la asociación de artesanas también se fortalecía, asumiendo nuevas responsabilidades en la dirigencia y consolidando su liderazgo.

Al verla comprometida con su trabajo y la preservación de su cultura, Cecilio no solo empezó a respaldar sus decisiones, sino que también asumió las tareas del hogar cuando ella viajaba o asistía a reuniones con las instituciones que apoyaban a la asociación.

“En un inicio sí me costó entender que mi esposa estaba formando una asociación con otras mujeres porque pensaba que eso no servía, pero me fui dando cuenta que estaba equivocado y que tengo que apoyarla. Por eso, cuando ella se va fuera de la comunidad yo me encargo de mis hijos; les cocino, los llevo al colegio y estoy con ellos cuidándolos”, explicó Cecilio.

Este cambio positivo quiere reflejarlo en su hija mayor que está ingresando a la adolescencia. “Le enseño las actividades que realizo porque quiero que sea una mujer fuerte y, en el futuro, también transmita este conocimiento a sus hijos”, dice con orgullo. Ha comenzado a instruirla en la técnica del tiro con arco, y hoy ella se destaca como una de las adolescentes más hábiles en esta práctica. Tanto así, que durante el aniversario de la asociación sorprendió a los comuneros con su precisión al soltar la flecha, como si esta volara por sí sola.

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Algo similar ocurrió en la familia de Alicia, la primera presidenta de la asociación Shi’Oi, quien fue reconocida por el gobierno regional de Madre de Dios por su contribución a la identidad regional y la difusión de su cultura ancestral. Sus logros como lideresa fueron recibidos con cierto recelo por su esposo. “Para mi esposo fue impactante que yo comenzara a asumir mayores responsabilidades y me ausentara de la casa, más aun estando embarazada”, recuerda. Tras dar a luz, se alejó temporalmente de la dirigencia, pero meses después regresó a la asociación con su bebé en brazos y su esposo a su lado, quien llevaba la materia prima para sus tejidos.

 “Mi esposo comenzó a entender que este proyecto nos da autonomía como mujeres indígenas, que trabajamos entre todas las socias y nos apoyamos para empoderarnos unas a otras y así hacer crecer nuestro emprendimiento no solo en la región sino a nivel nacional”, resaltó Alicia.

 Asimismo, menciona que son sus esposos quienes ingresan al bosque de la Reserva Nacional Tambopata y el Parque Nacional Bahuaja Sonene para recolectar la materia prima para la elaboración de sus piezas artesanales, las cuales reflejan su conexión con el bosque y su compromiso con la conservación. “Ellos recolectan, nos apoyan con la carga y preparan el proceso para el teñido de las fibras que vamos a utilizar”, sostiene.

Turismo con identidad y sostenibilidad

En el camino, descubrieron un potencial aún mayor: el turismo, una oportunidad para acercar a los visitantes a la cultura ancestral de los Ese Eja. Es así que, a través de una iniciativa impulsada por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SERNANP) y la Asociación para la Investigación y Desarrollo Integral (AIDER) lograron construir el centro de interpretación cultural “Casa Shi’Oi”.

Este espacio ahora recibe a grupos de viajeros nacionales y extranjeros interesados en conocer la riqueza cultural de los pueblos originarios. La propuesta incluye un recorrido por la Casa Shi’Oi, donde los artesanos y artesanas comparten sus mitos y leyendas, revelando cómo sus ancestros concebían el origen y la esencia del pueblo indígena.

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La participación de los hombres ha sido clave para consolidar un equipo equilibrado. Mediante la conformación de comitivas, se encargan de complementar actividades como la música, danza, tiro con arco y la elaboración de piezas de cestería artesanal con lianas recolectadas y teñidas con pigmentos naturales. Por su valor cultural y ancestral, en el 2018 el pueblo Ese Eja fue reconocido como Patrimonio Cultural de la Nación.

El rol que desempeñan los varones en este proyecto ha sido necesario para lograr un binomio en el cual todos puedan consolidarse. Mediante la conformación de comitivas, los varones se encargan de complementar en las actividades de música, danza, arco y flecha amazónica, así como en el soporte para la venta de los productos artesanales.

Empoderamiento y crecimiento comunitario

Palma Real se está consolidando como uno de los destinos más atractivos en la región en cuanto a turismo a comunidades nativas se refiere. Este crecimiento ha permitido que las mujeres de la asociación Shi’Oi no solo fortalezcan su iniciativa turística, sino que también logren posicionarse en el mercado regional y nacional con la venta de sus productos elaborados con recursos del bosque.

Su talento artesanal les ha permitido participar en importantes ferias como Ruraq Maki y Perú Mucho Gusto, eventos de gran prestigio en el ámbito artístico y cultural. Estos espacios han sido una vitrina para visibilizar la riqueza de la cultura de los pueblos originarios y revalorar su cosmovisión, destacando el conocimiento ancestral y la sostenibilidad en sus creaciones.

“Palma Real siempre ha tenido un potencial turístico y cultural, tenemos diversidad en flora y fauna y los conocimientos ancestrales que nos transmitieron nuestros abuelos. Las artesanas están muy bien organizadas y como presidente eso me motiva a respaldarlas”, afirma Fermín.

Una referente en la resistencia y el liderazgo indígena

A los 15 años, Teresita Antazú, del pueblo Yanesha, inició su camino en la dirigencia comunal, en una época en la que desafiar los liderazgos masculinos y luchar por la igualdad parecía una utopía que ella estaba dispuesta a derribar. Siempre cuestionaba los mandatos sociales y desafiaba las normas impuestas a las mujeres. Le indignaba escuchar que ellas no podían participar en las reuniones comunales porque eran solo para los hombres.

Cuando su madre le dijo que no debía subirse al árbol de palta porque estaba menstruando, hizo todo lo contrario: trepó tan alto como pudo para demostrar que el árbol no moriría por su presencia.

“Regresé a casa y pensaba si debía contarle o no a mi mamá, pero al final se lo dije: Me vas a perdonar, pero hice algo que tú me dijiste que no estaba bien”, recuerda entre carcajadas juguetonas. Ese día, su madre le dio una fuerte paliza, pero lejos de detenerla, eso la impulsó a seguir desafiando las creencias sobre las mujeres.

Cuestionar los roles establecidos le abrió grandes oportunidades. Hoy es una lideresa, defensora de los derechos humanos y la primera mujer en llegar a la dirigencia de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP). También fue la primera “cornesha” de su comunidad, un cargo equivalente al de un apu, pero destinado a las mujeres.

 “Para mí fue el día más feliz de mi vida cuando me nombraron “cornesha” porque logré romper un montón de barreras que se presentaron en el camino, pero que pude superar con el respaldo de las mujeres que confiaron en mí al elegirme como su representante”.

Hacia una nueva generación

Para las generaciones más jóvenes, la equidad de género es un concepto más cercano. Los nuevos líderes que emergen en la comunidad nativa Palma Real reconocen que alcanzar un equilibrio en los roles de género requiere que las mujeres tengan mayor independencia, estabilidad económica y acceso a oportunidades que amplíen sus conocimientos y refuercen sus habilidades.

“Palma Real es una comunidad emprendedora gracias a las artesanas Shi’Oi. Las mujeres indígenas empoderadas dan a conocer a las otras comunidades, donde todavía existe mucho machismo, que ellas también pueden ser el sustento económico de sus familias como lo están siendo aquí. Nosotros nos estamos preparando para el futuro y las mujeres están tomando las riendas de su hogar.”, enuncia con gran orgullo, Peregrino, comunero y comunicador indígena de Palma Real.

También resalta la importancia de estas organizaciones comunales como una estrategia frente al extractivismo amazónico que pone en riesgo los territorios indígenas y su permanencia en ellos. “El turismo es una fortaleza para nosotros porque no va permitir en ingresen mineros ilegales al territorio”, enfatizó.

Así como Teresita, las mujeres de Palma Real —Teófila, Rosario y Alicia— están marcando un nuevo camino. Con cada decisión, con cada tejido que entrelazan y cada espacio que conquistan, están rompiendo barreras y dejando huella. Tal vez muchas aún no sepan que llevan dentro el potencial de ser lideresas, pero cuando miren atrás, encontrarán un sendero más firme, trazado por aquellas que, con valentía y determinación, desafiaron el destino que les impusieron. Su lucha es también un legado: una promesa de que las generaciones futuras crecerán con la certeza de que su voz y su liderazgo son esenciales para la comunidad.

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Este producto fue realizado como parte de la Beca Zarelia - Rompiendo Moldes “Transformemos los estereotipos de violencia y desigualdad” impulsada por Festival Zarelia @festivalzarelia, Wambra @wambraec y OxfamLAC @oxfam_lac.

Mujeres Ese Eja lideran el cambio y transforman los roles de género en su comunidad