martes. 19.03.2024
Monseñor David Martínez vivió, por 15 años, en una comunidad matsigenka del río Bajo Urubamba. Foto: Pavel Martiarena
Monseñor David Martínez vivió, por 15 años, en una comunidad matsigenka del río Bajo Urubamba. Foto: Pavel Martiarena

Por: B. García (CAAAP), C. González y C. Pita (Radio Madre de Dios)

16:30 | 30 de junio de 2020.- Hace apenas seis años Mons. David Martínez de Aguirre vivía en la comunidad nativa de Kirigueti, en la selva del Cusco. Hablaba en matsigenka y aceptaba, feliz, que le pintaran la cara con achiote y le regalaran, en señal de bienvenida, un tazón de masato. Ayer, este misionero español de corazón indígena, desde 2014 obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, fue elegido vicepresidente de la Conferencia Eclesial Amazónica. Una institución que pronto será presentada ante el Papa Francisco para su aprobación definitiva y que, además, se presenta como algo inédito dentro de la Iglesia Católica Universal.

En esta nueva misión, el reto será encarnar en la Amazonía el Evangelio a través de un organismo que sea lo más cercano posible a la realidad de la selva y sus gentes, que responde a los anhelos de los pueblos, de los pobres y del cuidado de la casa común. En esta entrevista, realizada en micrófono de Radio Madre de Dios, Mons. David Martínez de Aguirre nos explica cómo se ha dado la conformación de la Conferencia Eclesial Amazónica (CEA) y cómo afronta el nuevo papel que le tocará asumir.

¿Cómo ha sido el proceso para la conformación de la Conferencia Eclesial Amazónica, que ya se anunciaba después del Sínodo de la Amazonía?

Efectivamente, después del Sínodo de la Amazonía se conformó un comité post-sinodal para dar continuidad al Sínodo, que fue fruto de todo un trabajo grande, de años atrás de todas las comunidades de la Amazonía. Se quería que esos documentos del Sínodo, ese trabajo conjunto, donde se marcaban unos retos, empiece a concretarse en la vida misma de nuestra Amazonía. Y una de las cosas es que se veían necesarias era conformar un organismo eclesial amazónico que articule el trabajo de toda la iglesia amazónica, luego el Papa también nos animó en Querida Amazonia. Fruto de ese sueño nace esta Conferencia Eclesial de la Amazonía. Ha habido un comité preparatorio y tanto el viernes como ayer lunes nos convocaron a los obispos de las diferentes conferencias episcopales amazónicas, junto con miembros indígenas que ya se habían propuesto en el comité postsinodal. Hemos dado nacimiento a esta Conferencia Eclesial de la Amazonía, que se va a presentar al Papa Francisco para su validación. Es de esa manera que nace este nuevo organismo que quiere articular el trabajo de la Iglesia hacia la inculturación del Evangelio.

¿En qué consiste la Conferencia Eclesial de la Amazonia y quienes lo conforman?

Es algo inédito, porque no es una conferencia episcopal amazónica. Hasta ahora los organismos de la iglesia estaban conformados por las Conferencias Episcopales, pero aquí se habla de una Conferencia Eclesial de la Amazonía. Insisto, es algo inédito, novedoso en la iglesia, porque si bien es cierto aquí tenemos una Conferencia Episcopal, donde están los obispos, también hay religiosos, religiosas, laicos, algunos de ellos miembros de los pueblos indígenas, y se quiere que sea más representativa de todo el pueblo de Dios, algo novedoso que se da en la Amazonía.

¿En qué momento han viajado los obispos, cómo se ha realizado esta reunión?

Con el covid todos nos hemos visto inmersos en la tecnología, hemos viajado a través de las ondas, a través de los medios digitales (ríe). Evidentemente, todo ha sido virtual.

Para poder entender mejor la organización, ¿quiénes conforman la Conferencia Eclesial de la Amazonía, cómo va ejecutarse las acciones y que visión de futuro tienen?

Esta conferencia, de primeras, tiene que ser como cualquier organización de la Iglesia, donde todo se hace, siempre, en comunión. Busca la comunión dentro de cada diócesis, entre diócesis, en este caso de toda la Amazonía y la comunión con toda la Iglesia universal, con el Papa. Un primer proceso debe ser la validación por el mismo Papa Francisco. Entonces el CELAM, presidido por Mons. Miguel Cabrejos, junto con el cardenal Claudio Hummes que ha sido elegido presidente, presentarán ante el Santo Padre la CEA para que el Vaticano pueda erigir la Conferencia Eclesial de la Amazonía. Posteriormente, tendremos que ir viendo cómo organizarnos. El objetivo y la intención de todo, y del Sínodo, es un organismo que trata de ejecutar el plan pastoral que se ha trazado en el Sínodo y que fuimos trazando entre todos. Tendremos que ver cómo hacer un organismo que no sea tan burocrático pero que sí esté muy cercano a la realidad y responda a los anhelos del pueblo, de los pobres y del cuidado de la Casa Común. Es un organismo para la Amazonía y que, desde la visión de la Amazonía, intenta encarnar el Evangelio y se plantea cómo alimentar e impulsar la vida de nuestros pueblos desde el Evangelio y anunciadores de la vida de Jesús desde la visión amazónica para todo el mundo.

Aterrizando en la realidad actual, y recogiendo una frase que se escucha a menudo, que “la Amazonía esta oprimida y codiciada desde muchos frentes”. ¿Es la Conferencia Eclesial Amazónica un organismo que puede alertar sobre la problemática que vive la Amazonia, sería este uno de los motivos por los que se crea?

La misión de la Iglesia es la salvación de las almas, de la persona, es anunciar el Evangelio, la buena noticia de Jesús, que es buena noticia para los pobres, y ese anuncio significa una liberación del pecado, del mal, de todo aquello que nos oprime. Entonces, cualquier organismo eclesial siempre es un organismo de anuncio y de tratar de extirpar el pecado de nuestra vida y buscar la felicidad de las personas. Ahora la Amazonía se ve condicionada, su proyecto de vida, por la codicia, por la sobreexplotación de sus territorios, por la marginación… Esta pandemia está desenmascarando las desigualdades que existen en nuestros países. Si bien es cierto que esta pandemia supera a cualquier sistema sanitario del mundo, aquí es como más obsceno. Son evidentes las tremendas desigualdades que existen entre las comunidades y la ciudad, así como entre Puerto Maldonado y Lima. Hay una marginación y muchas desigualdades, y una presión sobre el territorio de los pueblos, sobre los recursos del planeta que, evidentemente, no permiten el plan de Dios, son estructuras que van contra la humanidad y contra la vida. Todo lo que vaya contra la vida es, lógicamente, una denuncia de la Iglesia, hay que levantar la voz profética y comprometerse con la causa de los más pobres y de la tierra.

Entonces, ¿este organismo es una respuesta oportuna a la necesidad del grito de los pobres y de la tierra que nace desde los pueblos de la Amazonía?

El Sínodo de la Amazonía, si bien es cierto que ha sido para nuestros pueblos, para organizarnos como Iglesia, ha tenido una repercusión universal importante, porque la Amazonía es un bioma crucial para la humanidad y el cuidado del planeta. Ha supuesto decir “hermanos, el sistema económico que impera en el mundo tiene unas consecuencias letales en los lugares donde nosotros vivimos, en nuestros territorios, y afecta a nuestras vidas”. Eso va a seguir ocurriendo con esta conferencia. Es un llamado de atención, pero también es decir que nuestro mundo camina con un modelo de desarrollo económico que, además de llevar al planeta a una situación límite, genera unas desigualdades terribles. Este sistema que produce un descarte en las personas, que genera basura, que destruye el planeta; está claro que hay algo que no funciona, que no cuadra y desde la vida de nuestros pueblos descubrimos una forma de vida que creemos que puede ser alternativa para el resto de la humanidad. Este es un mensaje que se vive de nuestros pueblos, que no solamente son objetos de recibir aprendizaje, sino que ellos son sujetos, actores que tienen que sentarse a la mesa y que tienen propuestas y una voz importante, que tiene que ser escuchada, no solo para su vida de ellos, sino para el proyecto de toda la humanidad. Ellos también tienen algo que aportar en la mesa común de toda la humanidad.

En lo personal, ¿cómo se siente, después de estos años y, en lo actual, con este nombramiento?

Es una ilusión muy grande por todo lo que hemos vivido y soñado durante tantos años en las comunidades, y todo lo que los misioneros con los pueblos indígenas y en tantas comunidades campesinas hemos soñado y visto. Teníamos la sensación de que, en la Iglesia, como la vivimos en la Amazonía, no era tomada en cuenta. De esto hay muchos ejemplos en la biblia, como el rey David era el que parecía que no contaba para nada, pero él es el escogido. Hay cantidad de ejemplos de cómo Dios se fija en el sencillo, cómo la mirada de Dios es una mirada diferente a la de los hombres. Nuestras misiones no tenían la visibilidad que ahora tienen y, en ese sentido, es bonito porque uno siente que la vida de aquello que quiere, de lo que ama, puede compartir ese amor con otros. Siempre es bonito mostrar al enamorado, a la enamorada, pero por otro lado uno tiene ganas de invisibilidad, de quedar un poquito más en la comunidad y estar ayudando desde la retaguardia. Ayer cuando me elegían para este servicio, pensaba que a esto me ha llevado la gente de Puerto Maldonado. La gente de nuestro Vicariato en el encuentro con el Papa, porque aquel encuentro con el Papa le gustó mucho, se llevó un bonito recuerdo de Puerto Maldonado y, lo mismo, a los obispos de la Amazonía y eso ha hecho que Puerto Maldonado sea una jurisdicción importante de la iglesia y hoy en la Amazonía.

Martínez de Aguirre, durante su época como misionero en el Bajo Urubamba. Foto: Beatriz G. Blasco

El 16 de marzo, después de declarada la emergencia sanitaria, usted dio un interesante mensaje (a través de Radio Madre de Dios, para Puerto Maldonado). ¿Qué nos puede decir ahora sobre la solidaridad, sigue el mismo mensaje a pesar de que en la región todavía la cuarentena continúa?

Sí, seguimos con aquellas primeras palabras. Hoy por hoy no hay medicinas, hay investigaciones, pero todos sabemos que no hay ninguna medicina para vencer esta enfermedad y que la mejor medicina es la solidaridad y la unidad. Sentirnos todos unidos con nuestras autoridades y con el personal de salud, con todos los que les toca estar al frente. Todos, haciendo mejor las cosas, exigiendo y teniendo una visión crítica, pero es importante que todos tengamos esa conciencia clara de que tenemos que sumar, que tenemos que unir y no nos podemos descolgar. No puede ser que en esta pandemia alguien pretenda salir ganando, que quieran sacar rédito político, que quieran sacar una mayor ganancia en un negocio, no puede ser que alguien pretenda aprovecharse en beneficio propio de esta situación. Aquí todos tenemos que invertir, sabiendo que vamos a perder algo en lo personal y vamos a ganar todos mucho en lo comunitario, y esas pérdidas no son pérdidas, sino inversión. Es lo que Jesucristo nos dijo “el que quiera salvar su vida la tiene que perder, la tiene que entregar”. El que esté buscando solo él salvarse, va a perder la vida. Solo aquel que sea capaz de jugársela por los demás, por la comunidad, ese es el que la va a salvar.

La Iglesia amazónica tiene que ser signo de esperanza, ¿cómo lograrlo en este momento?

En gran medida ya se está haciendo. ¿Cómo? Estando metidos en el sufrimiento, es importante que no nos aislemos, que esta cuarentena nos lleve a una cercanía del corazón, y es la mejor manera de hacer esperanza. No olvidarnos de llamar al que está enfermo, pasar un plato de comida al vecino que sabemos que está en dificultades. Estar pendientes unos de otros, creo que es la mejor manera de ser esperanza, que sintamos ese calor de familia, no hay peor cosa que la soledad. He escuchado testimonios de personas que han pasado por el Covid y una de las palabras más terribles que escuchas es la soledad. Personas que a veces lo pasan solos o igual con dos o tres hijos, estando solos y enfermos. Apoyarnos unos a otros, ayudarnos todo lo que podamos, es la mejor manera de ser esperanza.

Obispo de Puerto Maldonado es elegido vicepresidente de la Conferencia Eclesial Amazónica