Cuando las palabras de los ancianos Arakbut se transforman en arte
Por: Beatriz García Blasco (CAAAP)
El Harakbut (o Arakbut) es un pueblo indígena pequeño, con unos 1.700 miembros según datos del Ministerio de Cultura de Perú que, con la llegada del Papa Francisco a su territorio en enero de 2018, se mostró ante los ojos del mundo perdiendo muchos de los temores que estaban propiciando un aniquilamiento cultural sin precedentes. Invisibilidad a causa, en gran medida, de la timidez, del poco valor otorgado a lo propio. “Más que discriminación creo que se trata de falta de autoestima”, opina Luis Tayori, “hay jóvenes a los que se les hace difícil demostrar, visibilizar”. Natural de la comunidad indígena de Puerto Luz, Tayori es el coordinador de la Pastoral Indígena del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado y su rostro se relaciona con el de Yésica Patiachi porque juntos dieron voz al discurso de los pueblos indígenas ante el Papa Francisco aquel 19 de enero de 2018, en el coliseo cerrado de la capital de Madre de Dios.
Aquel día Francisco dijo: “Felicito a aquellos que, por medio de la pintura, la artesanía, la música o la literatura, muestran al mundo su cosmovisión y su riqueza cultural. Muchos han escrito y hablado sobre ustedes, y está bien que ahora sean ustedes mismos quienes se autodefinan. Necesitamos escucharles”. Y dos años después están haciéndose escuchar, no con palabras, sino con arte.
Pero, ¿quiénes son y qué están haciendo? Aquí sus nombres: Percy Tayori, Rayner Mikiri, Brandon Moqui, Roberto Nayori, Hubert Tayori, Paul Sonque, Anelice Cáceres, Luis Tayori y Yésica Patiachi. Un grupo conformado no sin dificultades pero que se ha unido por un mismo sueño: visibilizar a través de la pintura la cosmovisión de su pueblo. Un equipo de trabajo apoyado por las Misioneras Dominicas del Rosario quienes no sólo les abrieron las puertas de su casa sino que les acompañan en cada pequeño gran logro. Éxitos que van desde lograr acuerdos hasta gestionar materiales de trabajo, obtenidos gracias a una donación llegada desde las misioneras dominicas de Pamplona (España), hasta el más reciente de todos ellos: exponer, casi a modo de aperitivo, los primeros lienzos de lo que será, en unos meses, una muestra de mayor envergadura.
Con la presencia del gobernador regional de Madre de Dios, Dr. Luis Hidalgo, el obispo del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, Monseñor David Martínez de Aguirre, y el subgerente de Participación Ciudadana y Gobiernos Indígenas del Gobierno Regional, Héctor Sueyo, se realizó días atrás este evento a nivel local. “Esta iniciativa ha sido promovida por un grupo de Arakbut desde la Pastoral Indígena, jóvenes artistas de las comunidades Puerto Luz y Shintuya que residen en Puerto Maldonado, esta exposición de pinturas artísticas Arakbut tiene como objetivo promover y revalorar la cultura Arakbut a través del arte desde la cosmovisión ancestral harakbut”, introdujo Yésica Patiachi quien hizo las veces de maestra de ceremonia. Asimismo, explicó que la denominación Harakbut significa “persona, ser humano o gente”, pero que dentro de este pueblo existen hasta siete subgrupos: arakbut (o amarakaeri), wachiperi, arasaeri, pukirieri, sapiteri, toyeri y kisamberi. “Son nombres que indican procedencia u origen de lugar, ríos y quebradas y, al mismo tiempo, estas unidades sociales reflejan importantes diferencias culturales y dialectales”, expuso ante las autoridades.
Por su parte, el obispo Martínez de Aguirre trasladó su alegría y realizó la siguiente reflexión: “Durante muchos años la Iglesia se preocupó de contactar a los pueblos pues, como ha dicho Yésica, el Arakbut es el último grupo de la zona de Madre de Dios con el que los misioneros dominicos contactaron a través de la figura del padre José Álvarez. Ahora hay una labor muy interesante y bonita, y es que los pueblos indígenas contacten a nuestra sociedad y a nuestro mundo. Cuando se hablaba de contacto se hablaba de pueblos que estaban en situación de peligro. El pueblo Arakbut tenía, en esos años 40, al Apaktone y a todo el equipo de misioneros y misioneras preocupados por estos lugares de la selva, preocupados por estos pueblos que corrían grave peligro de desaparición y es así como los misioneros contactan con ellos y se empieza una historia en común. Hoy podemos decir que es la Amazonía, nuestros pueblos, quienes están necesitando de que ustedes nos transmitan otra forma de entender el mundo y ver la sociedad. Es emocionante y bonito. En el Sínodo de la Amazonía hemos visto sobre esto, sobre cómo vamos a ayudar para que nuestro mundo tenga capacidad de escucha y cómo vamos a propiciar que, los pueblos indígenas que se integran a la mesa del planeta y en las ciudades, tengan sus espacios propios. Y este es un espacio propio para hablar al mundo y transmitir”.
Alegría compartida por la misionera Zully Rojas, figura que acompaña más directamente a la Pastoral Indígena y todo el proceso de los últimos meses. “Esto es nada más que un anticipo de lo que queremos compartir más adelante. Madre de Dios tiene una riqueza que debe seguir visibilizando, así como se visibiliza su problemática, también estas cosas”, opinó, “yo como misionera dominica estoy emocionada y contenta de ser parte de este sueño, porque los jóvenes se preguntaban, ¿pero de verdad vamos a exponer? Por eso les agradezco y felicito. Estamos caminando juntos y juntas, respondiendo al deseo de dialogar interculturalmente”. Una felicitación que también llegó desde el Gobierno Regional, con el compromiso de estar apoyando estas iniciativas. “Como Harakbut me siento muy contento de que los jóvenes estén plasmando nuestra cosmovisión para el mundo. Este tipo de arte es parte de la cultura inmaterial y nosotros como Gobierno Regional vamos a apoyar, por supuesto, esta iniciativa para que no pasen desapercibidos, sino para que muestren la cosmovisión a través del arte contemporáneo”, les respaldó también Héctor Sueyo.
El Harakbut, el arte y la Iglesia como aliada
“Nosotros no sabíamos nada de arte, pero sí hemos tenido noticias de que en los años 70 y 80 algunos de los papás, cuando venían de las comunidades a estudiar a la ciudad, ya ganaban los concursos artísticos en los institutos aquí en Maldonado. También la hermana Zully nos mostró que en los colegios de las comunidades Harakbut hay muchos niños y jóvenes con potencial. Hay muchos chicos y chicas que pintan, no a nivel profesional, pero hacen bonitas combinaciones de colores y tienen esa habilidad. Creo que, al igual que pasa con otros pueblos indígenas, el harakbut tiene ese don, en parte es algo innato”, comenta Tayori. Explica también que cada obra de arte creada, si bien tiene una autoría individual, nace de una reflexión grupal ya que los bocetos, antes de plasmarse en el lienzo, son compartidos, debatidos y mejorados por todo el grupo. “Nos fijamos un tiempo, a veces 10 o 15 días, para presentar un boceto de la mitología, o una parte de la historia, y de ahí validamos entre todos el boceto porque la idea es que a través de estos cuadros no se trastoquen las historias, sino que el cuadro hable por sí solo, darle un sentido más”, asegura.
Yésica Patiachi, por su parte, lamenta el poco interés que percibe hacia la cultura indígena y cómo, de a poquitos, se van abriendo caminos con aliados como la Iglesia. “Lo único que buscamos es un espacio donde poder difundir nuestra cultura porque, en general, las instituciones no apuestan por la cultura indígena y ese es nuestro gran obstáculo. Por eso hemos empezado por nuestra cuenta y, en gran medida, gracias al muchísimo apoyo que estamos recibiendo de las misioneras dominicas. Hemos visto mucha disposición de ellas, por eso hemos querido hacer nuestra muestra en sus instalaciones, para que la gente sepa de la gran labor que hacen. También nos sentimos muy alegres de que el obispo también esté siempre al tanto, en diálogo con la hermana Zully, de cómo van nuestros avances y nuestras reuniones. Por eso en la muestra sí o sí debía estar él, pues nos abrió las puertas y nos ha apoyado”, reconoce la lideresa que, en octubre, también participó en el Sínodo de la Amazonía en el Vaticano.
Este inicio ya es realidad y, por delante, se presentan nuevos retos y objetivos. Uno de ellos, según indican, es rescatar las líneas corporales Arakbut, “algo que apenas se utiliza y ya estaba desapareciendo”, para ver si lo ponemos a resguardo para que el Ministerio de Cultura también lo vea y valore. Puntualizan, eso sí, que desde la Pastoral Indígena no existe ningún fin comercial pues el objetivo está más que claro: mostrar las expresiones orales de los abuelos, las mitologías, las historias y la forma de ver el mundo desde la visión Arakbut. “Se trata de plasmar la oralidad que se ha venido transmitiendo de generación en generación”, aclara Tayori.
Y abren las puertas para quienes deseen sumar, no desde el personalismo, sino desde la colectividad y desde el compartir. Desde los valores que unen el mundo indígena y el católico porque “nuestra cultura tiene mitologías casi bíblicas y el arte nos posibilita eso mismo, relacionarlas”. Unidos, siempre, en la diversidad.